Cómo entender qué es "bueno" y qué es "malo".
Moralidad, verdad y vitalidad según Nietzsche.
En las últimas semanas he estado dando una nadada de vuelta por la playa de la vox populi. Llena de monólogos menguantes, colores para mirarte, ritmos alegres, saltos al vacío y muchos “ella está conmigo".
Pero dentro de todo el bailoteo, brota del alma un gran cuestionamiento:
“¿La estoy pasando bien?”
“¿Estas personas son de bien?”
“ ¿Será que eso que hice está mal?”
“No quiero que piensen mal de mi”
Esto es lo bueno y lo otro es lo malo.
A través de mi juventud nunca me pregunté; ¿pero de dónde viene todo esto? ¿Será que hay alguien encargado de decidir qué es lo bueno y qué es lo malo?
En realidad, ¿qué pasa si todo lo que entendemos entre lo bueno y lo malo, justo o injusto, está equivocado?
Creo que entender este pedacito del rompecabezas de la vida es muy importante para vivir una vida más afirmativa y feliz.
En vez de estar pensando que si lo que estamos haciendo es bueno o malo, hay que entender, así sea un poco, de dónde vienen estos conceptos.
En mi opinión, la persona que le ha dado las mejores pistas hasta ahora es el pensador alemán F. Nietzsche, el filósofo favorito de los adolescentes edgy.
Nietzsche fue el primero en mirar nuestro sistema moral con su valor en la simpatía, la bondad, el altruismo y decir que, no sólo es arbitrario, sino también indeseable.
Según él, asumir una postura moral implica un estándar incansable.
¿Porqué practicar estándares morales que llevan al eterno pesimismo de la vida, o en su defecto, a vivir confundido y en duda?
Hoy espero entiendan con suavidad el porqué, según Nietzsche, ser una buena persona te lleva a la miseria y, al mismo tiempo, porque no le gusta mucho la moral cristiana.
Hablemos sobre “el bien” y “el mal” y cómo ha surgido desde los tiempos antiguos.
La historia de la moralidad.
En un mundo en donde el hombre apenas está comenzando a crear tribus y sociedades, naturalmente, las personas mas fuertes surgirán al poder. En estas tribus, las personas en poder son las que definen todo.
No dejando pasar mucho tiempo, inmediatamente definen lo “bueno” como todas las cualidades que poseen: fuerza, competencia y la habilidad de dominar. Las habilidades necesarias para triunfar en el estado de naturaleza.
Según Nietzsche esto no sucede de forma arbitraria.
Para él, la habilidad de poseer fuerza y competencia brinda la habilidad de ser una persona dependiente y útil. Y de la habilidad de dominar nace la habilidad de proteger y proveer para ti y para los demás.
Todos resultados deseables en este mundo primitivo.
En este punto, no es el altruismo, la templanza y el servicio lo que es deseable, sino que es la excelencia personal.
Esto es lo que él llamó la moral de señores o moralidad de los amos, la primera manifestación de moralidad humana.
Para Nietzsche, esta noción demuestra cómo la idea de “bueno” nace solo en relación con la tenencia de habilidades que te permiten ser una persona útil y dependiente. Lo que es “bueno” se entiende en relación con lo nos sirve.
Como es evidente, también define una noción de lo “malo” en relación con la ausencia de las cualidades que considera como buenas.
Lo que es “malo” se entiende como una carencia, un pensamiento secundario.
Por eso para Nietzsche, este tipo de moralidad afirma, de la manera más pura, la vida y el valor que tiene.
Dotaba a las personas de algo para lo cual esforzarse, era una moral activa y de movimiento hacia la maestría y el entendimiento.
En su proceso, subiendo la energía vital y la voluntad de poder.
En un sentido histórico, esta postura llevó a prósperas sociedades fuertes y conquistadoras, como el Imperio Romano o la Francia de Napoleon.
Como consecuencia de la conquista y la voluntad de dominar a otros, naturalmente se crea un sistema de clases. Una clase que domina y otra clase que es dominada, los maestros y los esclavos; los amos y los siervos.
Así como existe una moralidad para los amos, con el tiempo, según Nietzsche se empezó a formar una moralidad de los esclavos.
Resulta que los esclavos no van a querer estar dominados por siempre, y por tanto, empezarán a desarrollar resentimiento a sus dominadores.
Es en este punto donde Nietzsche demuestra una diferencia fundamental entre la moralidad del amo y la del esclavo.
Mientras que los amos definen lo “bueno” a partir de la nada, los esclavos basan su moralidad en oposición de todo lo que representan los amos.
Según lo que dice Nietzsche, esta moralidad no provee ninguna aspiración aparte de debilitamiento e incompetencia al dedicarse a demonizar las características de los otros.
Aquí es donde la moralidad del esclavo entra en su PRIME.
Según Nietzsche esta moralidad de esclavos encajó perfectamente en lo que profesaba la iglesia católica.
Resulta que los valores de ayudar a los demás, amar a todos, orar por las almas de tus enemigos y la idea de que los mansos heredarán la tierra, encajan perfectamente con esta postura.
En cuanto el amo valora la habilidad de dominar, el esclavo ahora valora la sumisión y la obediencia. Todo está encaminado a criticar y mitigar la fuerza y la dominación a favor de la pasividad y la servitud.
El deseo de afirmarse y el ciclo de la imaginación.
Un concepto clave que hay que introducir aquí es la voluntad de poder antes mencionada.
Según nuestro protagonista, todos los humanos tenemos una especie de fuerza interior que busca expresarse y manifestarse. Más específicamente, una voluntad que busca dominar otras personas y sus ambientes.
La idea es que los humanos tenemos, por diseño, un deseo de imponer vuestra voluntad en el universo; cambiar las cosas y remodelar el mundo que los rodea.
Esto es lo hace que los poderosos quieran dominar a los esclavos y es el mismo instinto que hace que los esclavos deseen venganza.
Para Nietzsche, cuando el deseo de revancha no puede satisfacerse en un sentido externo, se hunde en lo más profundo de la mente humana, creciendo al interior de este sujeto cada vez más complejo y perverso.
El deseo de represalias se convierte en la sed de venganza. La sed de venganza insatisfecha produce un resentimiento cada vez mayor.
Eventualmente, el resentimiento de los esclavos crece de forma tan poderosa y grande, que se vuelve creativo, imaginativo, satisfaciéndose a sí mismo, a través de la creación de un nuevo sistema global de valores.
Así las cosas, invierte completamente el sistema de valores que existe entre los amos. Vuelve todo lo que los amos valoran y añoran; riqueza, sexo, comida, y poder, en vicios.
El deseo de riqueza se vuelve codicia.
El deseo de buena comida se vuelve gula.
El deseo de sexo se vuelve lujuria.
Por el contrario, como los esclavos no tienen forma de desear estas cosas, se convierten en virtudes.
Se repiten:
No necesito de buena comida o de riqueza porque manejo la templanza.
No necesito poder porque soy manso.
No necesito sexo porque soy puro.
Y en vez de querer venganza, yo doy la otra mejilla.
Según Nietzsche, la razón por la cual los ideales cristianos sobre el bien, el mal, la culpa, el pecado y el arrepentimiento son populares, es en parte porque les dio a las personas una razón por la cual sufrir.
Sufres porque eres un pecador. Porque tienes mal dentro de ti, y en últimas, sufres porque mereces sufrir.
Como efecto, las personas se empezaron a culparse a sí mismos por su propia miseria, pero sintieron alivio ante la idea de que al menos, el sufrimiento no es un sinsentido, es parte del Plan de Dios que nos lleva desde el arrepentimiento hasta la salvación eterna.
Nótese que esto genera un ciclo perpetuo: para darle sentido a nuestro sufrimiento nos categorizamos como pecadores, pero cuando nos llamamos pecadores esto nos conlleva inclusive un mayor sufrimiento, dando más pruebas a la idea de que en realidad somos pecadores.
Así es como se genera, de forma primitiva, la idea del mal, se refuerza a sí misma. Existe con el fin de aliviar el peso del sufrimiento pero al mismo tiempo justifica la inflexión de inclusive más sufrimiento. De forma continua, expande la razón de su propia existencia.
¿Y ahora qué?
Aquí es donde Nietzsche nos advierte que seguir esta moralidad de lo “bueno” puede llevarnos por un camino bastante deprimente al estar basado, fundamentalmente, en resentimiento y miedo al poder.
Mientras Aristoteles, John Stuart Mille y Kant se preguntaban qué era el bien en sí mismo, Nietzsche ve la moralidad como una herramienta que utiliza el humano para entender su mundo, y por tanto describe de qué trata la moralidad.
En ves de preguntarse: ¿Qué es bueno?
Se pregunta: ¿Para que sirve?
Esta postura es muy controversial.
En principio, es anti-democrática, anti-igualitaria y casi que sostiene de forma alta todo lo que intuitivamente consideramos como malo. Y esto es por diseño.
Creo que la idea para rescatar es que la vitalidad, el poder y la fuerza no son necesariamente cosas malas.
Hay que construir un mundo mejor a través de la creación de nuevas cosas, arte, tecnología, espiritualidad y cultura.
Supongo, la idea cínica es que la habilidad para hacer cosas beneficiosas e importantes también viene de la mano con el poder de causar daño.
Sin embargo, una moralidad que glorifica la pasividad y la servidumbre no brinda un servicio en la travesía a hacer el mundo un mejor lugar.
De la misma forma, Nietzsche también nos sugiere dudar de las personas que sujetan su identidad exclusivamente en ser personas morales, es decir en ser “buenas personas”.
Por último, creo que lo más valioso es que nos demuestra como nunca debemos tragar completo. Todo concepto, así sea básico o fundamental, no está exento de ser cuestionado: bien y mal, verdad o mentira, apariencia y realidad.
Con todos podemos sentarnos a tener una buena conversación y ver si están cumpliendo la labor que naturalmente vienen a cumplir.
Nietzsche mas que ningún otro filósofo de occidente, nos recuerda que podemos libremente escoger nuestros valores.
Nos cuestiona qué significa ser bueno y si ser bueno es algo que nos brinda dolor o felicidad.
Es como hacer filosofía personal pero con ganas de querer romper todo lo que creías que pensabas. Como dijo mi amiga Maria Li en este podcast que hicimos:
“Para crecer hay que romper”.
Yo creo que todo esto tiene sentido cuando rompemos las creencias en razón de crear unas nuevas formas de relacionarnos con la vida, que nos fomentan un compromiso con el mundo que es activo, amoroso y, sobre todo, afirmativo de la vida.
En serio les recomiendo que vayan y lean Nietzsche.
Sé que es un reto, pero las ideas que les compartí vienen de mis notas de clase sobre “Más allá del bien y el mal” y “La genealogía de la moral”.